FIRMAS: PG Cuartango, Erasmo, David Gistau, Jorge de Esteban, Rubén Amón,
rubén amón
24/08/2011
El proceso del cadáver
El macabro
fenómeno sucedió en la Basílica de San Juan de Letrán delante de los
cardenales y del pontífice Stefano VI. Suya fue la iniciativa de juzgar
al antecesor porque había incurrido en un delito de traición. Formoso
favoreció la coronación del emperador Arnolfo, que era la opción
filogermana, en lugar de apoyar la candidatura penisular de Lamberto de
Spoleto, así es que la madre de este último, Agertrude, muy poderosa en
Roma, intervino para que Stefano VI fuera a repescarlo de la tumba.
Nos cuenta el episodio el historiador Gregorovius a partir de
las crónicas medievales, muchas de las cuales rememoran el trance en
que el fiscal arrinconaba con sus preguntas a la corrupta -literalmente-
momia de Formoso: «¿Por qué has osado a usurpar el anillo...?».
No respondía el difunto Papa ni tampoco podía hacerlo, pero
el silencio se interpretó como una prueba inequívoca de culpabilidad.
Tampoco se pudo condenar a muerte a Formoso, claro está. A cambio hubo
consenso en administrarle las peores humillaciones. Se le arrancaron
tres dedos de la mano derecha -símbolo de la Trinidad- y los restos del
Papa acabaron en el fondo del Tíber después de un ignominioso linchamiento popular.
Zapatero se apresura a finalizar la legislatura de la moviola con una iniciativa similar. Es verdad que la ejecutoria del miserable caudillo ferrolano contradice los honores de un mausoleo megalómano, pero el verdadero propóstico del presidente se antoja procesar al cadáver, reunir los huesos del dictador, disfrazarlo de militar, someterlo a un interrogatorio y repintar La riña a garrotazos con preocupantes intenciones electorales. El antecedente de Formoso invita a la prudencia. Tanto, que se produjo una despiadada reacción telúrica a raíz de la profanación del Pontífice. El terremoto convirtió San Juan de Letrán en una escombrera. No porque Formoso fuera inocente. Sino porque se le dio la oportunidad de la resurrección
pedro g. CUARTANGO
24/08/2011
Los gozos de Baiona
Ariosto ya cantó en su Orlando furioso
las excelencias de Baiona, que sigue conservando un aire medieval y
guerrero, atenuado por el paseo marítimo donde se puede degustar un buen
albariño con el pulpo á feira tan característico de estas tierras.
Pero lo que más me gusta de Baiona es un aspecto
permanentemente cambiante por las nubes y las nieblas que entran del
océano. Cuando escribo estas líneas, un tenue velo difumina la vista de
la bahía, con un color glauco del mar que parece un cuadro de Turner.
Veo cerca los dos islotes llamados Estelas y, más al fondo, la mole de
las Cíes, donde al parecer llegó Julio César tras atravesar el valle del
Miño para castigar a una tribu rebelde. Las Cíes parecen un espejismo,
algo así como fantasmagóricos castillos emergidos del fondo del océano.
Como se puede imaginar el lector, en Baiona llueve mucho. A
mí la lluvia no sólo no me molesta sino que me parece un placer divino
bajar todos los días al centro por las escarpadas rúas de la villa para comprar los periódicos y desayunar mientras miro cómo se desperezan sus gentes.
Baiona huele a mar, a pesca, pero también a una deliciosa
tortilla de patatas que hacen con el huevo poco cuajado. Hay una aldeana
que vende en el mercado pan de maíz y en las pescaderías se puede
comprar un excelente marisco a precio razonable.
Muy cerca de aquí, en La Ramallosa, tenía una casa don
Gonzalo Torrente Ballester, que yo creo que se inspiró en Baiona para
los personajes y el ambiente de su maravillosa novela Los gozos y las sombras,
lo mejor que se ha escrito sobre Galicia. He encontrado referencias muy
concretas de la obra de Torrente en esta comarca, como, por ejemplo, el
singular monasterio de Oia, situado a orillas del mar, que sin duda
conocía muy bien nuestro hombre. Para poder visitar este monasterio,
construido sobre una nave románica, hay que tomar la carretera de la
costa a La Guardia, que discurre paralela al océano y constituye unos de
los parajes más bellos que yo he visto.
Conforme se acaban las vacaciones, aumenta mi nostalgia por tener que dejar esta vieja y noble ciudad abierta a los vientos del Atlántico, en la que uno presiente ya la cercanía del otoño. Y es que la dulzura de vivir es siempre muy corta
ERASMO
24/08/2011
V/Los 20'
DAVID GISTAU
24/08/2011
Añoranza de la playa
De lo inopinada
que era la fecha daban prueba las zonas del Congreso clausuradas por
reforma y los bares típicos del cafelito parlamentario, aún bajo la
chapa estival. Todo muy revelador. Es en esta época de tan escaso
compromiso político, en los minutos de la basura de una legislatura
especialmente agónica, con los apuros que caracterizan las ocurrencias y
con los plazos acuciados por la disolución del parlamento, cuando al
casi ex presidente le da por meterse en un asunto tan medular, y tantas
veces evitado en los últimos siete años, como una reforma
constitucional.
Ya comprobaremos si con esto, tal y como advirtió Rosa Díez,
el texto fundacional atrae por añadidura otras peticiones de reforma,
incluyendo las que conciernen a la Corona. Pero, mientras tanto, fijar
en la Constitución un límite para el déficit, con su levísimo matiz
demagógico, equivale al reconocimiento de que la casta política -la
europea- no confía en su sentido común y coloca en el sistema diques de
contención contra su propia naturaleza. La tutela exterior, la que en
realidad está acortando los márgenes de gasto de todas las naciones de
la Unión, se sentirá sin duda más tranquila cuanto más estrecho sea el
espacio que tengan los políticos españoles para ser ellos mismos.
Como dijo Ortega, también Europa se sabe la solución
para España. Ésta es la esencia de la ley. Poco sabemos ahora de si, al
concretarse y restreñir al Estado, achicará también la capacidad de
endeudamiento propia de las autonomías y provocará consecuencias
políticas tan hondas como para poner en cuestionamiento el Estado de las
autonomías, todas esas competencias duplicadas que en parte no
sirvieron sino para encajar a los nacionalismos. Encaramos la revisión
completa de un concepto de nación cuya insensatez económica ha resultado
ser incompatible con la Europa dispuesta a redefinirse ante la crisis.
El PP se pronunció con una abstención consentidora. No le
quedaba otra. Por lo hablado en los corrillos con principales de este
partido, se diría que al PP, convencido de que gobernará pronto, no le
importa que Zapatero vaya aligerándole la tarea de las decisiones
pendientes.
A nadie le importa ya si Zapatero se desgasta o se prestigia con ellas, pues el adversario es Rubalcaba, a quien Rajoy quiso propinar un pescozón electoral cuando dijo en su intervención que fue él quien se rió del PP cuando propuso en 2010 una intervención en la Constitución idéntica a ésta. Rubalcaba, por cierto, interpretó en su escaño un desapego casi insolente con Zapatero. Consultaba su móvil, hacía gestos a Bono de hablamos luego, y murmuraba con Hernando, su soporte electoral, quien se pasó el debate metido en Twitter, como si nunca pararan de calibrar a esa multitud urbana, más o menos indignada, a la que Rubalcaba pretende recuperar acercándose a ella en un Skoda
Una reforma chapucera pero necesaria
Cree no obstante que es el momento apropiado para realizar cambios, dada la predisposición a pactar de PP y PSOE
el acuerdo al
que llegaron ayer los dos grandes partidos nacionales nos demuestra una
vez más que estamos en el país de las chapuzas. En efecto, cuando el
presidente del Gobierno hizo el surrealista anuncio de que se
celebrarían las elecciones generales el 20 de noviembre, previa
disolución de las Cortes Generales el 26 de septiembre, no se cayó en la
cuenta entonces de que con ese plazo, que funciona como una guillotina,
habría que reformar la Constitución. Ni más ni menos.
Cuando el 25 de junio del año pasado el presidente del PP,
Mariano Rajoy, propuso, como ya había hecho Alemania, reformar la
Constitución para introducir un límite al déficit de las
administraciones, nadie tomó en serio su propuesta. Ahora, como la
canciller Angela Merkel ha ordenado la inclusión de esa cláusula en las
constituciones de los países de la Eurozona, resulta que el presidente
Zapatero se dispone a realizar dicha reforma constitucional, cuando la
locomotora del tiempo no permitirá que esa modificación se haga de forma
sosegada. Se ha perdido, en este caso como en otros muchos, la
oportunidad de hacer las cosas bien.
Es curioso a este respecto que, de llevarse a cabo esta
reforma de la Constitución, será la segunda que se haga en los 33 años
de vigencia de nuestra Norma Fundamental, merced a impulsos europeos
pero no nacionales. Dejando al margen la eficacia de esta medida en un
Estado tan complicado administrativamente como es la España de las
autonomías, que habría que reorganizar de nuevo, surge la duda de si
conviene llevar esta medida ahora a la práctica.
Todos sabemos que, sea cual sea el resultado de las próximas
elecciones, no habrá mas remedio que entablar un periodo
semiconstituyente, porque nuestra Constitución exige que se cambien y se
perfeccionen muchos de sus artículos, empezando por los que componen el
Título VIII. No podemos seguir modificando la Constitución al margen
del procedimiento que se establece para su reforma.
Durante los últimos años hemos asistido a una verdadera
mutación constitucional a través de las actuaciones del legislador o
incluso del propio Tribunal Constitucional, lo cual es una verdadera
anomalía. Un ejemplo reciente de esta forma de actuar nos la señalan las
últimas declaraciones del candidato socialista, Alfredo Pérez
Rubalcaba, diciendo que un consejo de alcaldes debería sustituir a las
diputaciones provinciales. En otras palabras, Rubalcaba se quiere
convertir en el poder constituyente, aunque la propuesta no encaje con
lo que dice la Constitución.
Hace unos meses, durante la ocupación de la Puerta del Sol por los famosos indignados,
uno de sus líderes afirmó durante una entrevista en televisión que no
estaban de acuerdo con la democracia actual, porque ellos no habían
aprobado la Constitución. Su respuesta fue sorprendente porque no tenía y
sí tenía la razón. Se equivocaba porque el Derecho se basa en la
permanencia de las normas por encima de las generaciones, salvo que se
modifiquen. Porque igualmente podría haber afirmado que tampoco su
generación participó en la elaboración de nuestro centenario Código
Civil.
Pero al mismo tiempo, y en cierto modo, acertaba. Porque no
es de recibo que los nuevos españoles no hayan participado en la reforma
de nuestra Constitución precisamente cuando es urgente su puesta al
día. Que no se haya modificado nuestra Constitución en 33 años, como
digo, es una auténtica anomalía. En este sentido, cambiarla ahora con
las prisas que ya he denunciado podría ser útil, aprovechando que el
Pisuerga pasa por Valladolid, a fin de alcanzar un objetivo que es
absolutamente necesario para la democracia de nuestro país.
Ya he mantenido anteriormente en esta página que el mayor
defecto de nuestra Constitución es que es prácticamente irreformable. Si
ahora se va a modificar es por dos motivos: primero, porque así lo
requiere la política interdependiente europea. Y segundo, porque estando
de acuerdo el PSOE y el PP, esta modificación que podría incluirse en
el tercer apartado del artículo 135 de la Constitución se realizaría por
el procedimiento establecido en el artículo 167, según el cual los
proyectos de reforma constitucional deberán ser aprobados por una
mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras. Por consiguiente no
existe, salvo que se complique la cuestión, la dificultad para hacerlo a
tiempo.
ahora bien, si
los dos grandes partidos nacionales, con el apoyo de otros grupos
parlamentarios, tuviesen un halo de inspiración divina, podrían resolver
el gran problema que bloquea nuestro régimen constitucional. Me refiero
a la urgente necesidad de derogar el artículo 168 que impide cualquier
reforma en profundidad de nuestro actual sistema constitucional. Si
desapareciese este artículo, se podrían llevar a cabo por el
procedimiento del citado artículo 167 todas las reformas que se
necesitan urgentemente en España.
La ocasión la pintan calva, porque sería el momento adecuado
para suprimir el artículo 168, con un procedimiento que exige el acuerdo
de dos tercios de cada Cámara para disolverlas cuando ya se hayan
anunciado las elecciones para el 20 de noviembre. Después, las nuevas
Cortes deberán ratificar esa decisión, aprobándola nuevamente por dos
tercios de cada Cámara y procediendo luego a convocar un referéndum
nacional para su ratificación.
Entonces, y sólo entonces, se podrá conseguir la reforma de
nuestro Estado, que no sólo exige Europa sino la gran mayoría de los
españoles, de una u otra generación.
Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO
Etiquetas: Firmas
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