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Actualización de madrugada

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Lugar: Cantabria, Spain

miércoles 24 de agosto de 2011

FIRMAS: PG Cuartango, Erasmo, David Gistau, Jorge de Esteban, Rubén Amón,

rubén amón

24/08/2011

El proceso del cadáver

AHORA que Benedicto XVI ha puesto a España mirando a Roma y que el Gobierno ha propuesto al Vaticano un parque temático del cainismo en el Valle de los Caídos, bien se le podría organizar al generalísimo Franco una versión posmoderna del proceso del cadáver. Así se denominó en 897 el juicio póstumo al Papa Formoso. Que estuvo ausente y al mismo tiempo presente delante del tribunal. Ya había muerto y se le había enterrado, pero sus restos se exhumaron y se recompusieron como los despojos de una marioneta. La pestilencia del difunto hacía insoportable las sesiones. Era necesario pulverizarlo con perfumes de Grasse, aunque el aspecto más llamativo consistía en el genuino hábito papal que revestía el esqueleto.

El macabro fenómeno sucedió en la Basílica de San Juan de Letrán delante de los cardenales y del pontífice Stefano VI. Suya fue la iniciativa de juzgar al antecesor porque había incurrido en un delito de traición. Formoso favoreció la coronación del emperador Arnolfo, que era la opción filogermana, en lugar de apoyar la candidatura penisular de Lamberto de Spoleto, así es que la madre de este último, Agertrude, muy poderosa en Roma, intervino para que Stefano VI fuera a repescarlo de la tumba.

Nos cuenta el episodio el historiador Gregorovius a partir de las crónicas medievales, muchas de las cuales rememoran el trance en que el fiscal arrinconaba con sus preguntas a la corrupta -literalmente- momia de Formoso: «¿Por qué has osado a usurpar el anillo...?».

No respondía el difunto Papa ni tampoco podía hacerlo, pero el silencio se interpretó como una prueba inequívoca de culpabilidad. Tampoco se pudo condenar a muerte a Formoso, claro está. A cambio hubo consenso en administrarle las peores humillaciones. Se le arrancaron tres dedos de la mano derecha -símbolo de la Trinidad- y los restos del Papa acabaron en el fondo del Tíber después de un ignominioso linchamiento popular.

Zapatero se apresura a finalizar la legislatura de la moviola con una iniciativa similar. Es verdad que la ejecutoria del miserable caudillo ferrolano contradice los honores de un mausoleo megalómano, pero el verdadero propóstico del presidente se antoja procesar al cadáver, reunir los huesos del dictador, disfrazarlo de militar, someterlo a un interrogatorio y repintar La riña a garrotazos con preocupantes intenciones electorales. El antecedente de Formoso invita a la prudencia. Tanto, que se produjo una despiadada reacción telúrica a raíz de la profanación del Pontífice. El terremoto convirtió San Juan de Letrán en una escombrera. No porque Formoso fuera inocente. Sino porque se le dio la oportunidad de la resurrección

pedro g. CUARTANGO

24/08/2011

Los gozos de Baiona

CUANDO contemplo el promontorio de Monterreal, donde está ubicado ahora el parador de Baiona, todavía me imagino las tropas inglesas del Duque de Lancaster que tomaron la fortaleza para reivindicar los derechos de su mujer a la corona de Castilla. Corría el año 1388. Dos siglos más tarde, Drake fondeó y saqueó esta ilustre villa, capturada sucesivamente por portugueses y por castellanos y luego puerto franco de las posesiones de ultramar durante más de dos siglos.

Ariosto ya cantó en su Orlando furioso las excelencias de Baiona, que sigue conservando un aire medieval y guerrero, atenuado por el paseo marítimo donde se puede degustar un buen albariño con el pulpo á feira tan característico de estas tierras.

Pero lo que más me gusta de Baiona es un aspecto permanentemente cambiante por las nubes y las nieblas que entran del océano. Cuando escribo estas líneas, un tenue velo difumina la vista de la bahía, con un color glauco del mar que parece un cuadro de Turner. Veo cerca los dos islotes llamados Estelas y, más al fondo, la mole de las Cíes, donde al parecer llegó Julio César tras atravesar el valle del Miño para castigar a una tribu rebelde. Las Cíes parecen un espejismo, algo así como fantasmagóricos castillos emergidos del fondo del océano.

Como se puede imaginar el lector, en Baiona llueve mucho. A mí la lluvia no sólo no me molesta sino que me parece un placer divino bajar todos los días al centro por las escarpadas rúas de la villa para comprar los periódicos y desayunar mientras miro cómo se desperezan sus gentes.

Baiona huele a mar, a pesca, pero también a una deliciosa tortilla de patatas que hacen con el huevo poco cuajado. Hay una aldeana que vende en el mercado pan de maíz y en las pescaderías se puede comprar un excelente marisco a precio razonable.

Muy cerca de aquí, en La Ramallosa, tenía una casa don Gonzalo Torrente Ballester, que yo creo que se inspiró en Baiona para los personajes y el ambiente de su maravillosa novela Los gozos y las sombras, lo mejor que se ha escrito sobre Galicia. He encontrado referencias muy concretas de la obra de Torrente en esta comarca, como, por ejemplo, el singular monasterio de Oia, situado a orillas del mar, que sin duda conocía muy bien nuestro hombre. Para poder visitar este monasterio, construido sobre una nave románica, hay que tomar la carretera de la costa a La Guardia, que discurre paralela al océano y constituye unos de los parajes más bellos que yo he visto.

Conforme se acaban las vacaciones, aumenta mi nostalgia por tener que dejar esta vieja y noble ciudad abierta a los vientos del Atlántico, en la que uno presiente ya la cercanía del otoño. Y es que la dulzura de vivir es siempre muy corta

ERASMO

24/08/2011

V/Los 20'

CORRESPONSALES flamantes en N.Y, Eduardo Suárez, María Ramírez. Graban en Isla del Gobernador, a diez brazadas de Manhattan. Fiesta del charleston, Ain't she sweet? Ley Seca, roaring twenties, felices, inconscientes años ragtime de apoteosis económica contagiosa mas, ay: Crack del 29. Acaso debieran evocar a Al Jolson, aquella nasalidad acatarrada de su voz: Brother, can you spare a dime? Hermano, ¿me das diez centavos? Hoy, Briatore como metáfora: dejan sin pagar en su Club 86.000 euros de champán. ¿Y? Demasiada burbuja. (Inmobiliaria).

DAVID GISTAU

24/08/2011

Añoranza de la playa

Diputados bronceados, que la víspera acaso estuvieran chupando cabezas de gamba en alguna pintoresca tabernita del litoral, de pronto se veían en Madrid, de corbata, como galeotes del escaño que hubieran perdido una reserva en el club de golf, y colisionando con tecnicismos económicos. Crece por momentos el afecto a Zapatero.

De lo inopinada que era la fecha daban prueba las zonas del Congreso clausuradas por reforma y los bares típicos del cafelito parlamentario, aún bajo la chapa estival. Todo muy revelador. Es en esta época de tan escaso compromiso político, en los minutos de la basura de una legislatura especialmente agónica, con los apuros que caracterizan las ocurrencias y con los plazos acuciados por la disolución del parlamento, cuando al casi ex presidente le da por meterse en un asunto tan medular, y tantas veces evitado en los últimos siete años, como una reforma constitucional.

Ya comprobaremos si con esto, tal y como advirtió Rosa Díez, el texto fundacional atrae por añadidura otras peticiones de reforma, incluyendo las que conciernen a la Corona. Pero, mientras tanto, fijar en la Constitución un límite para el déficit, con su levísimo matiz demagógico, equivale al reconocimiento de que la casta política -la europea- no confía en su sentido común y coloca en el sistema diques de contención contra su propia naturaleza. La tutela exterior, la que en realidad está acortando los márgenes de gasto de todas las naciones de la Unión, se sentirá sin duda más tranquila cuanto más estrecho sea el espacio que tengan los políticos españoles para ser ellos mismos.

Como dijo Ortega, también Europa se sabe la solución para España. Ésta es la esencia de la ley. Poco sabemos ahora de si, al concretarse y restreñir al Estado, achicará también la capacidad de endeudamiento propia de las autonomías y provocará consecuencias políticas tan hondas como para poner en cuestionamiento el Estado de las autonomías, todas esas competencias duplicadas que en parte no sirvieron sino para encajar a los nacionalismos. Encaramos la revisión completa de un concepto de nación cuya insensatez económica ha resultado ser incompatible con la Europa dispuesta a redefinirse ante la crisis.

El PP se pronunció con una abstención consentidora. No le quedaba otra. Por lo hablado en los corrillos con principales de este partido, se diría que al PP, convencido de que gobernará pronto, no le importa que Zapatero vaya aligerándole la tarea de las decisiones pendientes.

A nadie le importa ya si Zapatero se desgasta o se prestigia con ellas, pues el adversario es Rubalcaba, a quien Rajoy quiso propinar un pescozón electoral cuando dijo en su intervención que fue él quien se rió del PP cuando propuso en 2010 una intervención en la Constitución idéntica a ésta. Rubalcaba, por cierto, interpretó en su escaño un desapego casi insolente con Zapatero. Consultaba su móvil, hacía gestos a Bono de hablamos luego, y murmuraba con Hernando, su soporte electoral, quien se pasó el debate metido en Twitter, como si nunca pararan de calibrar a esa multitud urbana, más o menos indignada, a la que Rubalcaba pretende recuperar acercándose a ella en un Skoda

Una reforma chapucera pero necesaria

El autor critica las prisas con las que se aborda una cuestión tan importante como la revisión de la Constitución
Cree no obstante que es el momento apropiado para realizar cambios, dada la predisposición a pactar de PP y PSOE

Zapatero embusteroel acuerdo al que llegaron ayer los dos grandes partidos nacionales nos demuestra una vez más que estamos en el país de las chapuzas. En efecto, cuando el presidente del Gobierno hizo el surrealista anuncio de que se celebrarían las elecciones generales el 20 de noviembre, previa disolución de las Cortes Generales el 26 de septiembre, no se cayó en la cuenta entonces de que con ese plazo, que funciona como una guillotina, habría que reformar la Constitución. Ni más ni menos.

Cuando el 25 de junio del año pasado el presidente del PP, Mariano Rajoy, propuso, como ya había hecho Alemania, reformar la Constitución para introducir un límite al déficit de las administraciones, nadie tomó en serio su propuesta. Ahora, como la canciller Angela Merkel ha ordenado la inclusión de esa cláusula en las constituciones de los países de la Eurozona, resulta que el presidente Zapatero se dispone a realizar dicha reforma constitucional, cuando la locomotora del tiempo no permitirá que esa modificación se haga de forma sosegada. Se ha perdido, en este caso como en otros muchos, la oportunidad de hacer las cosas bien.

Es curioso a este respecto que, de llevarse a cabo esta reforma de la Constitución, será la segunda que se haga en los 33 años de vigencia de nuestra Norma Fundamental, merced a impulsos europeos pero no nacionales. Dejando al margen la eficacia de esta medida en un Estado tan complicado administrativamente como es la España de las autonomías, que habría que reorganizar de nuevo, surge la duda de si conviene llevar esta medida ahora a la práctica.

Todos sabemos que, sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, no habrá mas remedio que entablar un periodo semiconstituyente, porque nuestra Constitución exige que se cambien y se perfeccionen muchos de sus artículos, empezando por los que componen el Título VIII. No podemos seguir modificando la Constitución al margen del procedimiento que se establece para su reforma.

Durante los últimos años hemos asistido a una verdadera mutación constitucional a través de las actuaciones del legislador o incluso del propio Tribunal Constitucional, lo cual es una verdadera anomalía. Un ejemplo reciente de esta forma de actuar nos la señalan las últimas declaraciones del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, diciendo que un consejo de alcaldes debería sustituir a las diputaciones provinciales. En otras palabras, Rubalcaba se quiere convertir en el poder constituyente, aunque la propuesta no encaje con lo que dice la Constitución.

Hace unos meses, durante la ocupación de la Puerta del Sol por los famosos indignados, uno de sus líderes afirmó durante una entrevista en televisión que no estaban de acuerdo con la democracia actual, porque ellos no habían aprobado la Constitución. Su respuesta fue sorprendente porque no tenía y sí tenía la razón. Se equivocaba porque el Derecho se basa en la permanencia de las normas por encima de las generaciones, salvo que se modifiquen. Porque igualmente podría haber afirmado que tampoco su generación participó en la elaboración de nuestro centenario Código Civil.

Pero al mismo tiempo, y en cierto modo, acertaba. Porque no es de recibo que los nuevos españoles no hayan participado en la reforma de nuestra Constitución precisamente cuando es urgente su puesta al día. Que no se haya modificado nuestra Constitución en 33 años, como digo, es una auténtica anomalía. En este sentido, cambiarla ahora con las prisas que ya he denunciado podría ser útil, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, a fin de alcanzar un objetivo que es absolutamente necesario para la democracia de nuestro país.

Ya he mantenido anteriormente en esta página que el mayor defecto de nuestra Constitución es que es prácticamente irreformable. Si ahora se va a modificar es por dos motivos: primero, porque así lo requiere la política interdependiente europea. Y segundo, porque estando de acuerdo el PSOE y el PP, esta modificación que podría incluirse en el tercer apartado del artículo 135 de la Constitución se realizaría por el procedimiento establecido en el artículo 167, según el cual los proyectos de reforma constitucional deberán ser aprobados por una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras. Por consiguiente no existe, salvo que se complique la cuestión, la dificultad para hacerlo a tiempo.

ahora bien, si los dos grandes partidos nacionales, con el apoyo de otros grupos parlamentarios, tuviesen un halo de inspiración divina, podrían resolver el gran problema que bloquea nuestro régimen constitucional. Me refiero a la urgente necesidad de derogar el artículo 168 que impide cualquier reforma en profundidad de nuestro actual sistema constitucional. Si desapareciese este artículo, se podrían llevar a cabo por el procedimiento del citado artículo 167 todas las reformas que se necesitan urgentemente en España.

La ocasión la pintan calva, porque sería el momento adecuado para suprimir el artículo 168, con un procedimiento que exige el acuerdo de dos tercios de cada Cámara para disolverlas cuando ya se hayan anunciado las elecciones para el 20 de noviembre. Después, las nuevas Cortes deberán ratificar esa decisión, aprobándola nuevamente por dos tercios de cada Cámara y procediendo luego a convocar un referéndum nacional para su ratificación.

Entonces, y sólo entonces, se podrá conseguir la reforma de nuestro Estado, que no sólo exige Europa sino la gran mayoría de los españoles, de una u otra generación.

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO


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